lunes, 18 de marzo de 2013

Nepal: De Pokhara a Lumbini


Pokhara

Tras varios días de reposo en Kathmandú y sus bellos alrededores, en los que pudimos disfrutar de nuevos momentos con nuestra querida familia nepalí y también de encuentros inesperados y emocionantes con amigos que fuimos dejando a lo largo del trekking, decidimos irnos a Pokhara.




Es la ciudad perfecta para descansar merecidamente después de una larga ruta de senderismo. Está situada a orillas del inmenso y precioso lago Phewa Tal. En los años 70 fue uno de los destinos más frecuentados en Nepal por los hippies, junto a la calle Freak Street de Kathmandú. Aunque ya poco se respira ese ambientecillo que tuvo que tener, sigue siendo una ciudad muy tranquila e ideal para relajarse, alquilar una bici, dar paseos en barca o tirarte en parapente disfrutando de las vistas del Annapurna nevado.






Estuve en esta ciudad hace 7 años y se han construido muchos más hoteles, bares y restaurantes y los precios han subido bastante (aunque siempre se puede encontrar cosas baratas).  Frecuentemente, mientras hacíamos el trekking, le decía a Patri que cuando llegáramos a Pokhara íbamos a ir a un restaurante italiano que conocí donde se comía excelente y muy barato. Nuestra decepción vino cuando llegamos y vimos que se había convertido en uno de los restaurantes más caros de la zona.

De todas formas, tuvimos mucha suerte al alojarnos en un hostal que nos había recomendado una pareja griego-española por el camino. Olvidamos el nombre pero está justo enfrente del Phil’s Inn. Nos cobraron 3 € por una habitación con baño dentro, nos invitaron a desayunar y a comer el típico daal bhaat y nos trataron como parte de la familia. Nos contaron historias de aquella Pokhara antigua donde no existían ni carreteras y los ataques de tigres no eran poco frecuentes.  Parece ser que el primer explorador que visitó la ciudad fue un tal Toni Hagen, suizo, en 1952.




Desde Pokhara se pueden iniciar varias rutas largas y cortas de senderismo, como la famosa ruta de los Annapurnas (que nosotros iniciamos desde Kathmandú), la ruta del santuario del Annapurna (o del ABC: campo base del Annapurna), la ruta de 3 días a Poon Hill, etc… También hay posibilidad de realizar visitas a la Pagoda de la Paz Mundial, a diversos asentamientos tibetanos, o disfrutar de un amanecer mágico mientras el sol va tiñendo de púrpura los picos del Dhaulagiri, del Machhapuchhare y del Annapurna II desde el pueblo de Sarangkot (es una pena que casi siempre esté nublado).

Pokhara también es considerado como un paraíso para los amantes del parapente. Tiene que ser todo un lujo lanzarse desde unos 700 metros y disfrutar de maravillosas vistas mientras vas pasando de un termoclima a otro y sintiéndote un pájaro durante un buen rato.  No hay más que mirar al cielo para darse cuenta de ésto.



Nosotros, después de casi dos semanas de disfrute y “sufrimiento” en la montaña, decidimos tomárnoslo con mucha tranquilidad y nos limitamos a relajarnos y a dar agradables paseos por el Lakeside y por los campos de arroz de alrededor.











Tansen

Rumbo a Lumbini y ya con la cabeza puesta más en nuestra próxima aventura, la India, decidimos hacer parada y noche en este pueblito del que habíamos leído muy buena críticas. Es cierto que tiene encanto subir y bajar las cuestas (sobre todo sin mochila) de las calles de su centro antiguo e inmiscuirte así en la vida de barrio, aunque a nosotros no nos gustó mucho este pueblo. Nos pareció que tenían mucha más esencia y singularidad aquellos que visitamos alrededor de Kathmandú (Patan, Kirtipur, Chobar y la maravillosa Bhaktapur). Además todos los hoteles nos resultaron carísimos para lo que ofrecían. Probablemente si nos hubiéramos quedado más días haciendo rutas de senderismo o visitando las ruinas de Ranighat,  igual nos habríamos llevado una mejor impresión. Quién sabe.







Lumbini

                  Esta fue la última ciudad nepalí que pisamos antes de cruzar la frontera hacia la India. De relevante importancia porque es donde se cree que nació Buda, en el año 563 a.C. La leyenda cuenta que su madre, Maya Devi, estando embarazada y viajando entre los estados de Kapilavastu y Devdaha, se encontró un estanque extraordinariamente bello,  rodeado de flores y decidió bañarse. Después se puso de parto y sólo pudo andar 25 pasos, sujetarse a la rama de un árbol, el árbol bo, y nació Siddhartha Gautama.  Se dice que sus discípulos construyeron numerosos monasterios y stupas en las zonas de alrededor, que posteriormente fueron abandonados o destruídos. El imperio mongol, a finales del siglo XIV, terminó destruyendo los monumentos que quedaban.
                 
                   A partir de 1978 se constituyó la Zona de Desarrollo, que consiste en un recinto formado por lagos y monasterios de reciente construcción por comunidades budistas de todo el mundo. La estructura central es el templo de Maya Devi, construido en el lugar donde se cree que nació Buda.
                 
                  Nosotros recorrimos el recinto en bicicleta (recomendable) y no nos entusiasmó demasiado. Nos pareció más un parque temático que un lugar donde se respirara un aire muy budista.








                  El pueblito, Lumbini Bazaar, es minúsculo y sólo hay unos pocos hoteles y dos restaurantes. Tuvimos la oportunidad de conocer y conversar largo y tendido con un catalán supermajo que estaba viajando en moto por Nepal, Shasha, y tuvimos la gran suerte de que coincidiera nuestra segunda noche allí con la fiesta de Diwali .
                 




                 
                La fiesta de Diwali  es la fiesta de las luces. Es celebrada con fervor por todos los hindúes y simboliza para ellos la victoria de la luz sobre las tinieblas.  Cuando cayó la noche todo  el pueblo se iluminó con velas y con luminosos eléctricos similares a  los que utilizamos en Navidad.  Cada puerta es decorada con polvos de colores con los que dibujan figuras geométricas y circulares parecidos a los mandalas y alrededor de los dibujos encienden  velas de mantequilla para avisar a la diosa Lakshmi de que entre en sus casas y las inunde de riqueza y prosperidad.





                 
Estas fiestas no tienen una sola simbología o un solo motivo de celebración como pudimos comprobar. Todos los símbolos y ritos tienen muchas explicaciones, entran en juego varios factores que van combinados con las epopeyas de varios dioses y diosas, con la naturaleza, la vida, la muerte. Este día también sirve para iluminar a las almas de las personas que dejaron esta vida. Se dice que las almas empiezan su peregrinación hacia otro cuerpo y los hindúes iluminan todo para que encuentren el camino.



Las dos fiestas más importantes para los hindúes las vivimos con nepalíes hindúes, y nos sirvió como aperitivo para adentrarnos a nuestro siguiente destino, la India,  donde la espiritualidad, la religión y las creencias están por encima de la vida y la muerte.



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