jueves, 6 de septiembre de 2012

CHINA: Los bancales de arroz de la Columna del Dragón






    Y se paró el tiempo. Y echas la vista atrás y ves lo caminado. El esfuerzo de querer vivir a su manera, como han vivido siempre, como quieren vivir.









    El grano se seca en las puertas de las casas, zapatos remendados depositados en el alféizar, los animales campean libres, las costureras se esmeran en sus bordados…  Las labores del campo no se interrumpen ante ninguna mirada ajena. 









    Las mujeres yao (minoría étnica de la provincia de Guantxi) llevan orgullosas su pelo largo recogido en forma de turbante como símbolo de orgullo, de don preciado.  Son mujeres recias con rasgos finos, sus orejas están rajadas por el peso de sus aros de plata y el paso del tiempo. Las ancianas son con diferencia las más joviales, las más alegres y divertidas.








   
    No hay más sonido que el sonido de la vida;  y del agua, el principal motor de esta riqueza que explosiona al borde de los caminos. Unos caminos muy estrechos, serpenteantes, trazados por el  paso del caminante, en donde sólo se puede ir en fila india. Un solo camino compartido con burros de carga,  gallinas, patos, etc.









    La tradición ha sobrevivido gracias a las montañas, que han arropado estas vidas, estas formas de sentir y percibir la vida con decisión, no como elección.



    No es alabanza a la pobreza ni a lo atrasado, no me entiendan mal. Es alabanza a lo diferente, a lo bonito, a lo grandioso de vivir en armonía con lo que se posee, sin más juego malicioso de lo que se querría poseer y no se tiene.







    Este pueblo es conocedor de las cualidades curativas de las plantas, que crecen a su antojo en las laderas. Lo que podría pasar por malas hierbas proporciona cualidades curativas para diversas dolencias. Su saber en este área ha sido reconocida en el mundo de la medicina tradicional china y es empleada en clínicas de renombre en la capital del país.

     Las mujeres yao  son mujeres fuertes. Son las encargadas de portar las mercancías en sus grandes cestas de mimbre, que cargan a sus espaldas con asas confeccionadas con pelo de cola de caballo. También mantienen viva la cultura mediante sus laboriosas costuras que adornan las ropas y los complementos.  






LA MAR

   Los que somos de ciudades costeras, siempre añoramos la mar cuando no la tenemos cerca, por todos los beneficios que ésta reporta a nuestros sentidos. En este viaje no hemos visto aún el mar.
   Este pueblo, enclavado entre montañas de arrozales de un verde vibrante hace que lo asocie inevitablemente con un mar. Cuando el viento acaricia las laderas, los arrozales cobran vida simulando las onduladas olas de un mar tornasol, bravío, grandioso, que serena el alma y encandila mis pupilas.


















1 comentario:

  1. Qué chulo!! vuelta atrás en el tiempo, y la gente se ve súper enrrollada

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