jueves, 20 de junio de 2013

INDIA: BOMBAY (MUMBAY) Y MURUD

 Pocas veces, cuando explicas un viaje, te paras a relatar los transportes en los que te desplazas de un sitio a otro y, si es en avión, ni lo mencionas, ya hace tiempo que perdió todo el glamour, y ahora, con los nuevos operadores de bajo costo, ni te cuento.


       Sin embargo, viajar en tren por la India es una experiencia que no te puedes perder, pues un viaje en este transporte puede beneficiarte en  poco tiempo de un conocimiento sobre su cultura, su gente y su forma de vida, que no te lo proporciona ningún otro lugar de la India.





Para empezar, coger un tren en la India no es fácil si no tienes el viaje planeado como es siempre nuestro caso. Los billetes se agotan enseguida, así que no te queda más que espabilarte y planificar un poco. Los billetes ahora se pueden comprar por internet, pero si no tienes ni idea de las categorías de billetes y las diferentes clases que hay, te puedes liar un poco. Pero, a su vez, te ahorras de ir a la estación de trenes que, en los mejores de los casos, sueles perder el día entero (en algunas de las grandes estaciones han habilitado una taquilla para extranjeros).



Hay cuatro tipo de billetes: el normal, que es cuando has conseguido plaza; el Rac (reservation against cancellation), que tienes derecho a montarte en el tren pero igual no tienes asiento o  cama disponible o tienes que compartirlo; el Waiting list, que no tienes derecho a subir al tren,  estás en una lista de espera y tienes que ir a la estación a ver si finalmente te dan plaza; y, por último, el Tatkal quote (de última hora), que sale un día antes, a las ocho de la mañana y es nuestro favorito. Nos gusta el riesgo de no saber nada hasta el último momento o, más bien, para qué engañarnos, somos así de poco previsores y vamos sobre la marcha.


Después que conoces los tipos de billetes, tienes que aprenderte las diferentes clases. Son 6 y nosotros casi siempre hemos viajado en sleeper class, que es muy económica y vas en una cama, pero no tiene aire acondicionado.



Después de aprender a coger un tren, ya puedes subirte y, una  vez dentro, se convierte en toda una experiencia. Todas las dudas que tengas sobre su cultura y demás, éste es un buen lugar para aprender y conocer, pues los acompañantes de viaje estarán encantados de conversar contigo y hacerte el viaje lo más ameno posible. Al final terminas compartiendo la comida, las risas, los bostezos y  la mala cara que se te queda después de un largo viaje en estos míticos trenes.  





Y con cara de haber estado metidos en un tren de la India unas 12 horas, llegamos a la gran metrópolis de Bombay.


La isla de Bombay es la cara más occidental de la India.  Es una ciudad de cine, de glamour. Aquí es donde se encuentra el centro neurálgico de Bollywood. Esta ciudad te recuerda que hasta el 1948 estuvo invadida y explotada económicamente por los ingleses. Aquí pudimos apreciar numerosos edificios coloniales e imponentes, como la estación de ferrocarril de Chetaprati, el Taj Mahal Hotel o la Puerta de Indias. En general, si andas por las calles del barrio de Colaba, te encuentras edificios con altos soportales, majestuosos, de construcción historicista, pero que en algunos de ellos se escapó algún remate oriental, como una pagoda que le da un toque muy exótico.








En Bombay nos reencontramos con JJ y Marta, nuestros amigos holandeses que conocimos en Jaisalmer. Ayyy amigos, mal lugar para encontrarnos, pues esta ciudad te ofrece todo los caprichos occidentales que no encuentras en el resto de la India (el alcohol, por ejemplo, en la ciudades sagradas, que son muchas, está prohibido consumirse y, por tanto, venderlo). Fue un peligro para nuestros bolsillos encontrarnos con estos dos locos hedonistas de la vida, que proponían ir a sitios con comida exqui, vinitos, etc….


Cedimos a casi todas las tentaciones y estuvimos unos días comiendo y viviendo sin que nos picara la lengua junto con JJ y Marta, viviendo Bombay a tope.








Murud


Nos acercamos a este pueblo costero cerca de Bombay para visitar el fuerte de Murud-Janjira. Este pueblo es turístico, pero el turismo que se acerca hacías estas playas es, casi en su totalidad, indio. La playa extensa de Murud permanece solitaria a lo largo de toda la mañana y no es hasta llegado el atardecer, cuando el sol deja de picar, cuando los indios hacen uso y disfrute de este espacio. Juegan al cricket, al futbol, dan paseos a caballos, se reúnen con los amigos o familiares, pero en ninguno de los casos hacen un uso de la playa como podríamos hacer nosotros. Las tiendas de souvenirs de Torremolinos, con sus toallas, sombrillas, colchonetas, protección solar, etc, tendrían aquí menos futuro que un concursante de Operación Triunfo. Aquí los indios no suelen bañarse y, si lo hacen, son vestidos, y las mujeres, con sus largos shari de casi doce metros de tela.











Fuerte de Murud-Janjira


Esta fortaleza en medio del mar te invita a soñar y a creer que estás dentro de una película de piratas o en una isla escondida en otra dimensión de la realidad. A diferencia de muchos monumentos que hemos visitado, en el que su interior carece de nuestro interés, visitar y llegar hasta este fuerte merece mucho la pena.


Llegas hasta él en un barquito de vela, que un día sirvió para llevar pescado a la costa, y no a turistas. Estos barcos, hechos de forma artesanal y propulsados por el viento, te hacen el trayecto más encantador y se agradece muchísimo la ausencia del molesto ruido de un motor.


El barco nos dejó junto a unas escalinatas que terminaban en un portón gigante. Ésta era la entrada principal al fuerte, espectacular. Por dentro, nos encontramos con unas ruinas fantasmagóricas que dejaban dormir las glorias del pasado. Estaba poco reconstruido y cuidado y me atrevería a decir que se encontraba en algunas partes casi intacto después de su abandono como fortaleza. La vegetación sobresalía entre las juntas de las piedras y formaban cataratas verdes entres las torres y los muros de las instancias. En el suelo crecía  la mala yerba y, al final de un camino que hicimos nosotros, nos encontramos con una pequeña poza y unas escaleras que no nos pudo llevar a ningún sitio porque tenía una gran grieta que nos impedía continuar. Después de nuestra breve aventura, decidimos continuar por el recorrido “oficial”, libre de matorrales en el suelo. Había otra poza, ésta era mucho más grande y espectacular, de color verde selva. Si seguías subiendo por una empinada cuesta llegabas a la torre de vigía del fuerte, en donde podías avistar si el enemigo se estaba acercando y prepararte para la posición de ataque.



















Después de Murud, queríamos seguir viajando por la costa hasta Arambol (Goa), nuestro siguiente destino. La única forma era en tren, pues por carretera tardaríamos semanas en hacer este recorrido. Como los trenes estaban llenos,  tuvimos que regresar a Bombay y, desde allí, coger un  nocturno hasta Arambol.


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