Pocas veces, cuando explicas un
viaje, te paras a relatar los transportes en los que te desplazas de un sitio a
otro y, si es en avión, ni lo mencionas, ya hace tiempo que perdió todo el glamour,
y ahora, con los nuevos operadores de bajo costo, ni te cuento.
Sin embargo, viajar en tren por la India
es una experiencia que no te puedes perder, pues un viaje en este transporte
puede beneficiarte en poco tiempo de un
conocimiento sobre su cultura, su gente y su forma de vida, que no te lo
proporciona ningún otro lugar de la India.
Para empezar, coger un tren en la India no es fácil si no tienes el viaje
planeado como es siempre nuestro caso. Los billetes se agotan enseguida, así
que no te queda más que espabilarte y planificar un poco. Los billetes ahora se
pueden comprar por internet, pero si no tienes ni idea de las categorías de
billetes y las diferentes clases que hay, te puedes liar un poco. Pero, a su
vez, te ahorras de ir a la estación de trenes que, en los mejores de los casos,
sueles perder el día entero (en algunas de las grandes estaciones han habilitado
una taquilla para extranjeros).
Hay cuatro tipo de billetes: el normal, que es cuando has conseguido plaza;
el Rac (reservation against cancellation),
que tienes derecho a montarte en el tren pero igual no tienes asiento o cama disponible o tienes que compartirlo; el Waiting list, que no tienes derecho a
subir al tren, estás en una lista de
espera y tienes que ir a la estación a ver si finalmente te dan plaza; y, por último,
el Tatkal quote (de última hora), que
sale un día antes, a las ocho de la mañana y es nuestro favorito. Nos gusta el
riesgo de no saber nada hasta el último momento o, más bien, para qué
engañarnos, somos así de poco previsores y vamos sobre la marcha.
Después que conoces los tipos de
billetes, tienes que aprenderte las diferentes clases. Son 6 y nosotros casi siempre
hemos viajado en sleeper class, que es muy económica y vas en una
cama, pero no tiene aire acondicionado.
Después de aprender a coger un tren,
ya puedes subirte y, una vez dentro, se convierte
en toda una experiencia. Todas las dudas que tengas sobre su cultura y demás, éste
es un buen lugar para aprender y conocer, pues los acompañantes de viaje estarán
encantados de conversar contigo y hacerte el viaje lo más ameno posible. Al
final terminas compartiendo la comida, las risas, los bostezos y la mala cara que se te queda después de un
largo viaje en estos míticos trenes.
Y con cara de haber estado metidos en
un tren de la India unas 12 horas, llegamos a la gran metrópolis de Bombay.
La isla de Bombay es la cara más occidental de la India. Es una ciudad de cine,
de glamour. Aquí es donde se encuentra el centro neurálgico de Bollywood. Esta ciudad te recuerda que
hasta el 1948 estuvo invadida y explotada económicamente por los ingleses. Aquí
pudimos apreciar numerosos edificios coloniales e imponentes, como la estación
de ferrocarril de Chetaprati, el Taj Mahal Hotel o la Puerta de Indias. En general, si andas
por las calles del barrio de Colaba, te
encuentras edificios con altos soportales, majestuosos, de construcción historicista,
pero que en algunos de ellos se escapó algún remate oriental, como una pagoda
que le da un toque muy exótico.
En Bombay nos reencontramos con JJ
y Marta, nuestros amigos holandeses que
conocimos en Jaisalmer. Ayyy amigos, mal
lugar para encontrarnos, pues esta ciudad te ofrece todo los caprichos
occidentales que no encuentras en el resto de la India (el alcohol, por ejemplo, en la ciudades sagradas, que son
muchas, está prohibido consumirse y, por tanto, venderlo). Fue un peligro para nuestros
bolsillos encontrarnos con estos dos locos hedonistas de la vida, que proponían
ir a sitios con comida exqui, vinitos,
etc….
Cedimos a casi todas las tentaciones
y estuvimos unos días comiendo y viviendo sin que nos picara la lengua junto
con JJ y Marta, viviendo Bombay a
tope.
Murud
Nos acercamos a este pueblo costero
cerca de Bombay para visitar el fuerte de Murud-Janjira.
Este pueblo es turístico, pero el turismo que se acerca hacías estas playas es,
casi en su totalidad, indio. La playa extensa de Murud permanece solitaria a lo largo de toda la mañana y no es
hasta llegado el atardecer, cuando el sol deja de picar, cuando los indios
hacen uso y disfrute de este espacio. Juegan al cricket, al futbol, dan paseos
a caballos, se reúnen con los amigos o familiares, pero en ninguno de los casos
hacen un uso de la playa como podríamos hacer nosotros. Las tiendas de souvenirs
de Torremolinos, con sus toallas, sombrillas, colchonetas, protección solar,
etc, tendrían aquí menos futuro que un concursante de Operación Triunfo. Aquí
los indios no suelen bañarse y, si lo hacen, son vestidos, y las mujeres, con
sus largos shari de casi doce metros
de tela.
Fuerte de
Murud-Janjira
Esta fortaleza en medio del mar te
invita a soñar y a creer que estás dentro de una película de piratas o en una
isla escondida en otra dimensión de la realidad. A diferencia de muchos monumentos
que hemos visitado, en el que su interior carece de nuestro interés, visitar y
llegar hasta este fuerte merece mucho la pena.
Llegas hasta él en un barquito de
vela, que un día sirvió para llevar pescado a la costa, y no a turistas. Estos
barcos, hechos de forma artesanal y propulsados por el viento, te hacen el
trayecto más encantador y se agradece muchísimo la ausencia del molesto ruido
de un motor.
El barco nos dejó junto a unas
escalinatas que terminaban en un portón gigante. Ésta era la entrada principal
al fuerte, espectacular. Por dentro, nos encontramos con unas ruinas
fantasmagóricas que dejaban dormir las glorias del pasado. Estaba poco
reconstruido y cuidado y me atrevería a decir que se encontraba en algunas
partes casi intacto después de su abandono como fortaleza. La vegetación sobresalía
entre las juntas de las piedras y formaban cataratas verdes entres las torres y
los muros de las instancias. En el suelo crecía
la mala yerba y, al final de
un camino que hicimos nosotros, nos encontramos con una pequeña poza y unas
escaleras que no nos pudo llevar a ningún sitio porque tenía una gran grieta
que nos impedía continuar. Después de nuestra breve aventura, decidimos
continuar por el recorrido “oficial”, libre de matorrales en el suelo. Había
otra poza, ésta era mucho más grande y espectacular, de color verde selva. Si
seguías subiendo por una empinada cuesta llegabas a la torre de vigía del fuerte,
en donde podías avistar si el enemigo se estaba acercando y prepararte para la posición
de ataque.
Después de Murud, queríamos seguir viajando por la costa hasta Arambol (Goa), nuestro
siguiente destino. La única forma era en tren, pues por carretera tardaríamos
semanas en hacer este recorrido. Como los trenes estaban llenos, tuvimos que regresar a Bombay y, desde allí, coger un nocturno hasta Arambol.
wow wow, impresionantes fotos de postal
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