jueves, 16 de agosto de 2012

China: Píngyáo y Xian


PÍNGYÁO

   Tras 10 horas bastante cansinas en un tren nocturno en asientos duros (ya no quedaban camas disponibles) llegamos a la ciudad de Píngyáo. Es la ciudad amurallada antigua mejor conservada del país. Alberga todo el encanto de un pueblecito antiguo, con sus callejones estrechos, tiendas tradicionales, casas familiares con el escudo en la entrada (con el nombre de la familia a la que pertenecía). Conserva gran parte de la arquitectura original de las dinastías Qing y Ming y es una de las pocas ciudades chinas que no han sido destruidas, ni por las numerosas guerras que han acechado al país, ni por el partido comunista, que en sus primeros tiempos se afanó en reformar de manera nada acertada gran parte del legado histórico arquitectónico del país.


















    Mucho de los tramos de la muralla son originales y datan de 1370. Está compuesta por  70 torres de vigilancia y en cada una de ellas se puede leer un párrafo del famoso libro “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu, uno de los libros más antiguos del mundo (se piensa que fue escrito en el año 500 a.C.)








   El hostel donde nos hospedábamos (Harmony Guesthouse) es un bonito edificio de la dinastía Qing con 300 años de antigüedad. Tiene una distribución típica de las casas chinas con dos patios centrales y alrededor de ellos las habitaciones. Nosotros dormimos en la buhardilla, que supongo que en otros tiempos servía de almacén , pues su escalera es de madera, pequeñita y bastante empinada  y el techo de la misma muy  bajo.  Dormimos en una cama típica china, un futón enorme y  alzada con palos de madera. Todo esto por 12 euros la noche.








    Esta ciudad merece la pena visitarla durante al menos dos días pues parece que estás en una película.  Está muy bien “preparada” para los turistas (como muchas veces estamos diciendo aquí ) y es que en China todo lugar que se le pueda sacar un beneficio económico,  termina convirtiéndose en un verdadero parque temático.  Pero a esta ciudad no le resta el valor que tiene en todo los demás sentidos.

     Mención especial merece el templo budista de Shuanglín a 45 minutos en bicicleta (un euro y medio la bici por un día). Fue una pasada porque cuando lo visitamos éramos las únicas personas. Alberga en su interior más de un centenar de imágenes talladas en madera muy bien conservadas y las paredes de los templos están decoradas con frescos que relatan entre otras cosas escenas cotidianas.



















XI’AN

     Nuestro único pretexto para ir a esta ciudad era ir a ver los famosos guerreros de Terracota. Tuvimos mucha suerte con el hostel en el que nos alojamos: Warriors Hostel.  No aparecía en la Lonely y estaba nuevo, limpísimo y con habitaciones y baño amplios. Situado en una zona muy tranquila al lado de la muralla. Creo que pagamos unos 15-20 euros por la habitación. Lo mejor de todo es que conocimos a una pareja (Diana y Héctor) bastante maja que curiosamente también estaban empezando el viaje de su vida: un año sabático por Asia y Oceanía. Esperamos volver a  tropezarnos con ello en otro de nuestros múltiples destinos.

     Los guerreros de Terracota son un conjunto de 7000 soldados a tamaño natural, con caballos, que fueron enterrados junto al primer autoproclamado emperador de China Qin Shi Huang (su nombre significa primer emperador) de la dinastía Qin.  En el año 221 a.C.  derrotó al último estado Qi, acabando con el sistema político de reinos feudales. Unificó el país bajo una misma moneda y,  lo más importante, bajo un mismo sistema de escritura. Una de sus estrategias para defender su mandato fue la construcción de la Gran Muralla china.

    Este emperador, como los faraones del antiguo Egipto, pensaba que debía estar preparado para su siguiente vida después de la muerte. Así que dispuso a estos soldados en formación de batalla para protegerse del enemigo. Sin duda alguna merece la pena visitarlo. Impone muchísimo verlos y llama la atención como tenían en aquella época tan buen conocimiento de la anatomía humana, respetando muy bien las proporciones, esculpiendo con maestría los rasgos faciales, los detalles de sus vestiduras, etc. Lo que más sorprende de todo es que no existe ningún guerrero similar a otro.














   A Qin Shi Huang, este emperador con aires de grandeza  que creía en la inmortalidad y la vida después de la muerte,  si no le ha servido su ejército para defenderse en su otra vida, sí que le ha valido para ser en cierto modo inmortal, ya que a través de estos guerreros será siempre recordado, dando buenas muestras de su grandeza y poder.

   Desde la estación de autobuses de Xi’an parten frecuentemente  minibuses  hacía los guerreros. (10 yuanes, euro y medio, el billete). La entrada es alrededor de 20 euros pero logramos 50% de descuento con nuestros maravillosos  “carnet de estudiantes” (Colegio de Médicos y máster que hizo Patri en Granada).

   Antes de abandonar Xi’an no puede faltar un paseíto por el barrio musulmán, muy colorido y ambientado lleno de puestos de comida callejeros.









 







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