Basha es una aldea localizada sobre una colina a
unos 7 kilómetros del centro del condado de Congjiang, en la provincia de Guizhou, al sudoeste de China. Es,
sin duda, el destino más insólito en el que hemos estado hasta el momento en
este viaje.
Antes de los años 90, Basha era una pequeña aldea casi desconocida para el resto del
mundo. Es un pueblo que ha modificado muy poco su forma de vivir desde
hace unos cuantos siglos. Estos aldeanos no han querido subirse al carro de la modernidad
y han incorporado muy poquitas cosas: la electricidad, los móviles y el
desplazarse en vehículo para vender los excedentes de su cosecha en los pueblos
vecinos… Tampoco se han contagiado y transformado para el turismo como han
hecho otros pueblos de similares características (por ejemplo, Xijiang). No hay
tiendas de souvenirs ni hoteles (nosotros
nos alojamos en una especie de casa de huéspedes) y sólo hay uno o dos
restaurantes. Aunque después nos enteramos que existen tours organizados con
visitas a este pueblo en donde los hombres se prestan a hacer representaciones de
sus ritos (como el de la iniciación) a los turistas. Nosotros no vimos nada de
eso y suponemos que lo harán en un recinto amplio y más acomodado para el
turismo.
Cuando caminábamos por la aldea observábamos que eran
bastante recelosos de su intimidad y no se prestaban a ser partícipes de la
ruta turística, por lo que entablar contacto con ellos nos resultaba bastante difícil.
En nuestro caso el regalarles globos nos sirvió para romper barreras y fue una
buena manera pasar tiempo con ellos y de intercambiar con saludos, risas y poder retratarlos sin que
se sintieran intimidados.
Lo que más destaca de esta etnia miao son sus vestimentas y sus “looks”. No nos
cansábamos de mirarlos. Los hombres se rapan la cabeza con una hoz y se dejan crecer un mechón largo en el
centro para recogérselo en un moño, y se cubren la frente con una banda de tela
bordada. Llevan unos mosquetes
(una especie de rifle) de hierro y madera fabricados por ellos que utilizan
para cazar. Basha es el único lugar en toda China
en donde está permitido portar armas por la calle. Todos visten con pantalón y camisa color púrpura fabricados por las mujeres, que siembran y recolectan el algodón,
fabrican el hilo, lo tejen, lo tiñen y, finalmente, confeccionan los pantalones
y las camisas.
Ellas son mucho más alegres en su forma de
vestir y llevan unos trajes repletos de bordados y cintas de colores preciosos.
Llevan una especie de delantal con bordados, terminado en pico y, encima, una
chaqueta larga. También llevan una falda plisada de color púrpura y blanco y se
envuelven los gemelos con una tela que atan con cordones largos de colores
estridentes, casi fosforitos. El pelo lo llevan muy largo y recogido con un
peinecito de madera.
Llevan una vida casi autosuficiente y muchos de sus
habitantes nunca han visitado el pueblo más cercano. Aunque pertenecen a la
etnia miao, no se parecen mucho al resto de grupos
de la misma etnia. Su aislamiento durante mucho tiempo ha hecho que desarrollen
formas de vestir y de vivir diferentes.
Son animistas y tienen un respeto especial por
los árboles antiguos, que han protegido como portadores de espíritus de los
ancestros durante generaciones. Al nacer un niño, plantan un árbol, que será el
suyo hasta que se muera, momento en que el se corta, se hace un ataúd con su
madera y se planta un nuevo árbol.
La verdad es que lamentamos no haber ido con un
guía que nos hubiera permitido adentrarnos
más en esta cultura que nos ha fascinado.
Uno de los momentos más emotivos (coleccionable)
que tuvimos fue el pasar la mañana jugando con unos niños que nos encontramos
columpiándose en el bosque. El día
anterior habíamos estado haciéndoles globos, por lo que el acercamiento fue muy
natural. A muchos ya os hemos enviado un video de como estos críos eran capaces
de repetir casi a la perfección las palabras y frases que decíamos en
castellano. Seguimos viendo con mucha frecuencia estos videos e imitando sus
frases porque nos hacen muchísima gracia y nos traen muy buenos recuerdos de
los momentos que pasamos allí.
Para llegar a Basha, cogimos un autobús desde Zhaoxing hasta Congjiang (3-4 horas, unos 20 yuanes) por una carretera en muy mal estado en su
primer trayecto. De hecho, cuando fuimos a coger el bus a las 7:30 de la mañana
nos dijeron que no salía, pero no entendíamos por qué. Menos mal que había dos
turistas chinos que, aunque no
sabían inglés, entendimos que también querían ir a Congjiang. De manera que lo que hicimos fue seguirles: cogimos un taxi-minivan
que, a través de un trayecto de camino sin asfaltar lleno de baches (ya
entendimos por qué no salía el bus), nos llevo a otro pueblo desde donde salía
el autobús para Congjiang. Cuando llegamos a la estación,
preguntamos a un chico donde se cogía el autobús para ir a Basha, que está a 7 km. El chico nos dijo que él nos llevaba en su coche y
así hizo. Otra muestra de lo generosos y “buena gente” que son los chinos.
Aquí os dejamos unas cuantas imágenes más de momentos
vividos en esta aldea mágica:
Madre miiiia que fotazas testigo de los momentos que estais viviendo!! parece de pelicula!!! a seguir disfrutando ;-)) besotes
ResponderEliminarGracias, Aída!!! Vuestros comentarios nos ayudan a seguir con el blog, que nos roba un poco de tiempo... Un beso muy grande y sigue disfrutando de tu bonita experiencia!!!
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